No sé ustedes pero a mi me gusta coleccionar historias; es un gusto compartido con mi lechuza.
Entrar a una libreria, más que a una biblioteca, es una experiencia diferente cada vez; es un tunel del tiempo, del espacio, de la historia, de la fantasía. Caminar entre libros que te llaman para que los veas, para que las sus contraportadas, veas sus portadas; libros e historias que claman ser leídas. Todos te aseguran que tienen una buena historia que contarte.
No sabes a quienes llevarte a casa. No importa que tengas varios sin leer, quieres tener varios más. Sus personajes quieren llevarte a su mundo, platicarte paisajes, recordar contigo amores de antaño; volar, luchar, enseñarte, guiarte o simplemente entretenerte.
Quieren ser leídos.
En este país donde el índice de lectura anual es deprimente, muchos de ellos aguardan silenciosamente el fin de su época, el camino a la destrucción.
Quiero que me cuenten sus historias antes de desaparecer, "¿Y es que cuando los volveremos a ver o que tal si no lo volvemos a encontrar?" es lo que me dice mi lechuza.
No quiero que sus historias se vayan al olvido, no sin antes ser leídas y sean perpetuadas en la eterna memoria de la mente, en el folklor de recomendar o comentar historias, a través de generaciones; no solo es un Nobel, no solo es un Best Seller, no solo es un libro en descuento; es una historia que quiero coleccionar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario