La "Sandunga" suena de fondo; justo después de haber terminado "Guadalajara". Las fuentes comienzan a bailar al ritmo de la música, los chorros de agua salen disparados al cielo al compás de los instrumentos de la tan conocida melodía del Istmo.
La gente pasa entre las fuentes y las Iglesias. Una estatua de piedra vigila a la gente que se detiene a observar los chorros de agua coloreados por las luces de fondo.
El sonido llega a raspar un poco, las bocinas no son de la calidad que se esperaría para poder apreciar la melodía como si estuviera siendo tocada en vivo. La gente charla.
Un niño sube a los barandales de la fuente y su padre vigila que este no se caiga. Un grupo de tres hombres, sin ningún parentesco aparente, disfruta de manera individual su respectiva rebanada de gelatina de fresa.
-Mi abuela era de Atlixco. Era fantástico cuando ibamos de vacaciones a visitarle.
-¿Atlixco, Puebla verdad?
Una familia cruza apresurada, seguramente por alguna prisa sin sentido como lo son las mayorías de las prisas de la gente de esta época. Una chica con escote en forma de corazón que dejaba ver sus hermosas curvas morenas intercambia un beso de despedida con un joven que seguramente pasaba horas en el gimnasio.
Cruza un tren para niños por la plaza, se escucha el ruido como si fuera un viejo tren del Oeste.
-Cuando tenga niños, aprovecharé todas las oportunidades para poder subir a esos trenes, -miró con ojos emocionados al tren que cruzaba, sus niños ocupantes rebosan de la misma alegría que el joven -me encantan esos trenes.
La Sandunga seguía sonando, algunas personas seguían cruzando apresuradas, otras se detenían a ver las fuentes mientras que unos más, al pie de la estatua, se sentaban a disfrutar del paisaje o cuando menos a reposar su caminar.
-Montábamos a caballo, aunque siempre nos regañaban por hacerlo sin permiso.
-¿Sabes? Yo nunca aprendí a montar a caballo. -Se comió el último trozo de la gelatina y prosiguió. -En donde yo vivía aprendí a montar burro, que era lo que había.
-¿Esta canción es de tu tierra, o no? -dijo el más joven.
-Así es.
Terminaba la melodía mientras aquel singular trío tiraba sus plato cuadrados de unicel en el único bote de los alrededores.
-Que bonito es recordar.
-Recordar es como volver a vivir.
-Recordar.
Mientras se despedían del centro, la pareja de los postres de fresa seguía vendiendo alguna de sus golosinas, ya sean fresas con crema, pastel de fresa o gelatina de fresa.
-Deme una rebanada de imposible, por favor.
Terminó la Sandunga, dando pie a alguna otra típica canción de México. Sin importar de donde fuera, alguna persona recordaría algo con la bella melodía. Y seguiría viviendo, porque recordar es volver a vivir.
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