Todas las cortinas están corridas, cerradas, bloquean
la vista hacia el jardín; algunas ventanas tienen las luces encendidas dado que
la noche ya a hecho su aparición; las nubes ocultan la luz de las estrellas y
de la luna pero no logran opacar los pequeños destellos que sobresalen en las
siluetas de las noche.
Un espectáculo comienza poco a poco, como si lo
hicieran tímidamente las luciérnagas hacen su aparición. Una luz por aquí, una
luz por allá. Los rápidos destellos comienzan a hacerse presentes debajo de la
frondosa silueta del gran árbol situado en medio del jardín. Pareciera que las
tímidas luciérnagas comienzan a brillar al compás de You'll be in my heart,
de Phil Collins.
Son señales entre ellas que comienzan a inundar
poco a poco los jardines. La profunda oscuridad no luce tan aterradora y
aquella silueta del gran árbol luce más tranquila a pesar de que el aire quiere
hacer de las suyas. Si se aprecia con detenimiento y se envuelve uno en la
oscuridad de la noche podrá ver que no son ya pocas las luces que son ya varias
las luciérnagas que comienzan a querer llamar la atención.
Es en ese momento clave pasando el primer
minuto de la canción cuando realmente comienza la danza de las luces; cuando lo
que posiblemente en un pasado fueron hadas y ahora son insectos, que no dejan
de ser igual de sorprendentes, dan rienda suelta a esa reacción química
desenfrenada que las lleva a encender las pequeñas luces de este vasto jardín. Estas
luces inundan el oscuro jardín en un ritmo musical, un espectáculo natural que
no esconde nada, que llama la atención, que nos pide voltear a verlo, aunque
sea a través de la ventana de nuestra habitación.
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